Raquel tiene 74 años. Llegó a las sesiones con un cuadro complejo, pero lamentablemente muy frecuente: dolores persistentes en todo el cuerpo, cansancio constante, dificultad para dormir, episodios de ansiedad, tristeza, rigidez matinal y una profunda sensación de haber perdido el control sobre su cuerpo.
Pero lo que más me impactó no fue lo físico, sino lo que dijo al final de la primera entrevista:
“A veces no le cuento a mi esposo que me duele, porque me da vergüenza. No quiero que piense que me estoy quejando todo el tiempo.”
Raquel me indicó que había empezado a aislarse de a poco. Ya no salía a caminar con su vecina, rechazaba reuniones familiares y evitaba ciertas tareas por miedo a “quedarse dura”. El cuerpo dolía, sí, pero también pesaba el estigma.
No solo sentía dolor: sentía que ya no podía decirlo.
El dolor persistente no siempre tiene una causa visible o estructural. Muchas veces, como en el caso de Raquel, el sistema nervioso entra en un estado de hipervigilancia. Eso afecta el sueño, el ánimo, la digestión, y amplifica la percepción del dolor.
A eso se suma el miedo a no ser comprendida. ¿Cómo explicar un dolor que va y viene, sin “algo roto” que lo justifique?
Raquel empezó a creer que era su culpa. Que su cuerpo era viejo. Que tenía que aguantar.
El cuerpo no solo expresa lo físico. También carga lo que no se dice. Y en muchas mujeres mayores, hablar del dolor puede dar miedo: miedo a molestar, a parecer exageradas, a que no las tomen en serio.
Con Raquel trabajamos desde un enfoque integral, donde no se trató solo de hacer ejercicios. Creamos un espacio de pausa, movimiento amable, respiración guiada y contacto suave.
“No sabía cuánto me estaba pesando esconderlo.”
A las pocas semanas, Raquel se animó a expresar un poco más lo que le pasaba en su casa y cuando me lo contó dijo "sentí alivio". Su cuerpo empezó a relajarse, su descanso mejoró y, poco a poco, empezó a confiar en que podía sentirse mejor.
El proceso fue lento, pero profundamente transformador. El cuerpo no se fortaleció desde la exigencia, sino desde la confianza en hacer movimientos que venía teniendo temor y experimentar nuevos.
hay profesionales de la salud que pueden ayudarte, guiarte o acompañarte. Desde mi parte, puedo hacerlo con herramientas corporales suaves, respetuosas y efectivas.
Mi deseo es acompañarte.
Leti.