HÁBITOS ATÓMICOS: la historia de Marta
HÁBITOS ATÓMICOS: la historia de Marta
Marta tiene 55 años, vive en una ciudad chica, trabaja muchas horas de pie en un comercio familiar y hace años que convive con molestias en los pies, las caderas, la espalda. A veces los dolores se intensifican, otras veces son más llevaderos, pero nunca desaparecen del todo. Aprendió a vivir con ellos como si fueran parte natural de su cuerpo.
Cuando se sentó frente a la cámara en nuestra primera sesión virtual, me dijo con sinceridad:
“No me gusta hacer ejercicio. Y encima, ahora me duele todo.”
No era una frase vacía: era el resultado de muchos años de tensión acumulada, cansancio físico, una rutina exigente y poco tiempo real para ella.
Durante la pandemia, su nivel de actividad bajó mucho. Había probado hacer pilates, pero de manera muy esporádica. El resto del día, lo pasaba mayormente quieta, parada o sentada. El cuerpo comenzó a pesarle más, no solo por los dolores físicos, sino por la sensación de estar perdiendo capacidad, de no sentirse como antes.
El ciclo que muchas veces veo:
Lo que le pasaba a Marta no era raro: cuando el dolor aparece en varias zonas del cuerpo, solemos perder confianza. Se instala el miedo al movimiento, el rechazo a cualquier propuesta que implique esfuerzo físico, y una idea muy fuerte: “Esto no es para mí.”
Pero en nuestra primera sesión pasó algo distinto. No le pedí que hiciera ejercicio tradicional ni que se exigiera más de lo que podía. Empezamos por lo más simple: movernos con suavidad, respirar con intención, reconectar con lo que sentía sin juicio.
¿Qué tiene que ver todo esto con Hábitos Atómicos?
El libro Hábitos Atómicos de James Clear explica algo que me parece fundamental para entender cómo cambió Marta:
“Cada acción que tomás es un voto por el tipo de persona que querés ser.”
Marta decidió empezar a moverse de una forma que no le generara miedo ni más dolor. Y con cada sesión que hacía desde su casa, empezaba a construir una nueva idea que me compartía: “Esto me hace bien.”
Con el tiempo, su cuerpo comenzó a responder distinto. Menos dolor. Más energía. Más presencia. Empezó a esperar ese ratito semanal como algo propio, un espacio de cuidado. Me decía:
“Me hacen muy bien las clases, realmente cuando termino me siento mejor.”
También empezó a proponer movimientos nuevos, a explorar sus posturas, a integrar lo aprendido en su día a día. Mejoró su asistencia a las clases de pilates, sumó caminatas suaves, y más importante aún: construyó un hábito.
Lo importante es hacer, y hacerlo de forma repetida.
Ese es el poder de los hábitos que propone el libro. Y también el poder del movimiento como herramienta terapéutica: cuando dejamos de ver la actividad física como castigo o esfuerzo, y empezamos a verla como una forma de cuidarnos, todo cambia.
Marta no cambió de un día para el otro. Cambió cada vez que votó por esa nueva versión de sí misma. Una mujer que se mueve, que se escucha, que habita su cuerpo con más confianza.
Y lo más importante: no hace falta que te encante moverte.
Solo que encuentres una manera que te haga bien y la puedas sostener.
Si te gustaría hacer una sesión virtual, escribime y coordinamos.
Leti.