DOLOR EN LAS INFANCIAS: lo que aprendí con Margarita
DOLOR EN LAS INFANCIAS: lo que aprendí con Margarita
Margarita tiene 10 años y es fanática del movimiento. Le encanta aprender cosas nuevas y cada día después de la escuela dedica al menos dos horas a actividades artísticas: piano, guitarra, danza, batería. Todo le gusta y todo lo quiere hacer, porque siente que si deja algo estaría perdiendo tiempo.
Como ella misma me dijo en la primera sesión:
“Me gusta todo lo que hago, no quiero dejar de ir.”
Cuando llegó a la consulta fue por dolor en la muñeca izquierda. Un dolor bien localizado, que se intensificaba sobre todo a la noche, alteraba su descanso y le generaba miedo de no poder seguir con sus actividades. “Me duele más cuando me voy a dormir, y me asusta que después no pueda tocar el piano”, me contó.
Con el tiempo, la molestia apareció también en la muñeca derecha —justo la que usa para escribir— y esto preocupó aún más a su familia.
Durante las sesiones, siempre acompañada de su mamá, trabajamos desde distintos ángulos:
Exploración de movimiento y juego, para que pueda experimentar nuevas formas de mover su cuerpo sin rigidez ni exigencia.
Técnicas manuales suaves, para modular la percepción del dolor.
Diálogo constante, escuchando lo que Marga iba sintiendo, y ayudándola a poner en palabras cómo quería organizar sus tiempos y actividades.
En una de esas charlas, me sorprendió con esta reflexión tan clara:
“Quiero hacer todo, pero cuando vuelvo me . No quiero elegir, porque me gustan todas mis clases.”
El proceso coincidió con mitad de año, cuando se sumaban las exigencias de las presentaciones de baile, de música y el ritmo escolar. Con mucho esfuerzo, Margarita y sus papás pudieron reorganizar rutinas, darle más espacio al descanso y cuidar que la carga no fuera excesiva. Con el correr de las semanas, el dolor se fue modulando hasta desaparecer.
Lo más valioso fue que Margartia nunca dejó de ser protagonista de sus decisiones. Ella misma expresaba lo que quería hacer y cómo se sentía. Esa participación activa fue clave. Incluso, cuando volvió meses después por molestias en la otra muñeca, retomamos el camino desde el mismo lugar: escucha, acompañamiento, movimiento variado y diálogo.
Recuerdo que, al final del proceso, me sonrió y me dijo:
“Ahora puedo hacer mis cosas tranquila, ya no me duele. Solo necesito descansar más a veces.”
Terminamos el año sin dolor, con Marga disfrutando de sus actividades y regalándome siempre alguna manualidad hecha con sus propias manos.
La experiencia de Margarita se conecta con lo que señala la evidencia científica: un estudio reciente publicado en Frontiers in Pain Research (“Understanding the importance of the therapeutic alliance during physiotherapy treatment for musculoskeletal pain in children: an exploratory review”, 2024) destaca que la alianza terapéutica es central en el tratamiento del dolor musculoesquelético en la infancia.
No se trata solo de aplicar técnicas o ejercicios, sino de:
Escuchar activamente lo que el niño siente y piensa.
Darle un rol protagónico en su proceso.
Involucrar a la familia como apoyo, sin quitarle la voz al niño.
Crear un espacio de confianza, donde el movimiento y el juego sean parte de la terapia.
En la práctica clínica, esto significa que el vínculo y la comunicación pueden ser tan importantes como la técnica. Y en Marga lo vimos claramente: el dolor no solo mejoró por lo que hicimos en cada sesión, sino por cómo lo hablamos, lo entendimos y lo compartimos.
Gracias, Marga, por recordarme con tu sonrisa y tus palabras que el dolor en las infancias nos invita a mirar más allá del síntoma. Escuchar, acompañar y respetar los tiempos de cada niño es, sin dudas, la clave para que puedan seguir creciendo y moviéndose con confianza.
Leti.